Cuando los hijos se van de casa
Las madres deben afrontar la partida de sus hijos como una etapa normal dentro de su proceso de maduración y aprovechar ese período para compartir con su pareja y amigas e incentivar vínculos afectivos que durante un tiempo permanecieron dormidos por centrar la atención en sus hijos.
Asumir la partida de los hijos de casa no es tarea fácil. Después de vivir bajo el mismo techo durante varios años, compartir innumerables experiencias, unas más agradables que otras, llega el momento de la despedida y sin duda es uno de los episodios más difíciles de afrontar para padres e hijos. Sin embargo, es una de las decisiones que más ayudan a madurar al ser humano porque empieza una etapa de independencia del vínculo materno.
Y en opinión de la psicóloga Annie de Acevedo, es un proceso normal de la naturaleza que se debe asumir con mucha valentía y aunque es innegable el síndrome de nido vacío, la situación se debe enfrentar con la mayor naturalidad posible y transformar la pérdida en una ganancia.
Por eso, es tan importante que la mujer no se centre exclusivamente en su rol de madre y esposa, sino que también deje tiempo para ella. En el caso de las trabajadoras, el duelo es más fácil de llevar porque la mayor parte del tiempo permanecen ocupadas y eso les ayuda a tener su mente distraída en otros temas. Para las amas de casa, que han consagrado más tiempo a sus hijos, es recomendable que tengan un círculo de amigos cercano con quienes se reúnan para pasar una tarde, ir a cine, hacer un costurero, practicar un deporte, preparar onces, asistir a una fundación o sencillamente inscribirse en un taller o tomar el curso de su preferencia.
Para la doctora Ruby Moyano, psicóloga de la clínica bioenergética, la partida del hijo nunca se puede ver como una pérdida, sino como un momento apropiado para que el hijo comience el aprendizaje de los modelos que recibió por sus padres. También es el período propicio para que la madre active su independencia, autorreconocimiento y busque espacios sociales, espirituales y familiares que antes había descuidado o abandonado por completo. “Las mamás deben reconocer que sus hijos dieron y recibieron lo mejor en el hogar y desearles lo mejor en su nueva etapa de vida”, concluye Moyano.
Según los expertos, cuando se da la separación el primer paso que debe asumir la madre es buscar ayuda profesional para afrontar la transición, segundo apoyarse en personas que hayan pasado por la misma experiencia y le den alguna orientación sobre actividades que pueda hacer. Pero mantenerse ocupado es la clave para salirle al paso a la depresión, que seguramente durará entre dos y tres meses mientras persista el proceso de duelo.
Pero todo no es negativo, pues esta nueva etapa de independencia y autonomía de los hijos no es otra cosa que la consecuencia de una óptima crianza y un paso más en el proceso de maduración y formación del ser humano.
“Las madres deben entender que criamos hijos para que sean libres y en algún momento ellos sean independientes, subsistan por sus propios medios, tomen decisiones como personas maduras y responsables, para eso se educaron, y la salida de la casa no es otra cosa diferente a la satisfacción que deben sentir los padres de su deber cumplido”, señala Acevedo.
Un aspecto positivo que se rescata es que ahora las mamás van a tener tiempo para ellas, ir al gimnasio, de compras, al salón de belleza, disfrutar de una tarde con sus amigos o relajarse en un spa sin estar pendiente de la hora de llegada para atender a sus hijos. Además, van a poder hacer ajustes a la relación de pareja, pues cuando ellos se van de casa es cuando más tiempo hay para realizar otras actividades que antes no se podían hacer, porque todas las energías estaban enfocadas en los hijos. Por ejemplo, que tal una escapadita un fin de semana, no estaría de más para incentivar la llama del amor, planear un viaje juntos, salir a pasear, visitar amigos en común, regalarse una noche para tomarse unos coctelitos o rumbear como cuando eran novios.
Por último, es importante aprender a disfrutar de la soledad, estar en paz consigo mismo, saber que todo tiene su tiempo y por ningún motivo llegar a coartar el libre desarrollo de la personalidad de los hijos. En el caso de las madres sobreprotectoras e invasoras, ellos sufren y se cargan de emociones negativas que van a perjudicar su nueva convivencia e incluso su relación con la pareja que tenga en ese momento. Por eso, lo mejor es dar autonomía para que tomen libremente sus decisiones y no se sientan invadidos o presionados. Después de todo ya crecieron y es hora de que salgan de casa y vivan una nueva etapa en sus vidas.