Cómo transmitir valores al niño
Te damos una serie de valores para transmitir al niño y te decimos la forma de hacerlo.
LA EMPATÍA
La capacidad de identificarse con el prójimo, de sentir y comprender las emociones ajenas, existe desde bebé (un niño de 2 años es capaz de dar su chupete a otro para que no llore). Hay pautas para fomentarla en el pequeño:
Ayudarle a conocer lo que siente. Para ser empático con los demás, el niño debe antes reconocer sus propios sentimientos. Y es algo que le enseñamos al decirle lo que observamos en él (“veo que te enfada tener que irte a la cama”).
Ser empáticos con él en lugar de criticarle. Ridiculizar sus miedos no le ayuda. En vez de decirle “es absurdo que temas a las hormigas”, podemos decir: “sé que te dan miedo. Pero vamos a coger una para que veas que no hacen nada”.
Preguntarle cosas que le hagan ponerse en el lugar del otro. Por ejemplo “¿cómo se sentirá María ahora que le has roto su juguete?”o “¿ves qué triste se pone Juan porque no quieres compartir con él los caramelos?”.
Darle libros o juegos sobre emociones.
LA CONCIENCIA
Es la capacidad para distinguir entre el bien y el mal y actuar en consecuencia. En los tres primeros años del niño, sus padres somos su conciencia: de nosotros aprende lo que es correcto y lo que no y cuando se comporta bien es para agradarnos y evitar un castigo. A los 6 años su conciencia ya está formada y cuando es bueno lo hace para sentirse a gusto consigo mismo. Podemos favorecer su desarrollo con estas medidas:
Elogiarle cada vez que se porte bien. Debemos explicarle el porqué de nuestro elogio, para que aprenda qué actitudes suyas son las que nos gustan.
Corregirle cuando se porte mal. Para hacerlo de forma eficaz sirven la pausa obligada (llevarle a otro cuarto y dejarle un minuto por cada año de edad) y la retención de privilegios (“hoy no verás la tele porque has pegado a María”).
Ser constantes y claros en las normas. Si un día le reprendemos por algo que ha hecho mal y otro día dejamos pasar la misma acción sin darle importancia, el niño no entenderá qué está bien y qué no. Conviene que le demos pocas normas, pero que éstas sean claras y no varíen.
Leerle libros con mensaje. Con personajes buenos y malos o protagonistas que sean premiados cuando se porten bien y que no consigan lo que quieren si se portan mal.
LA BONDAD
El niño es, por naturaleza, egoísta y egocéntrico, pero tiene una capacidad innata para la bondad, para interesarse y preocuparse por los demás. Y la desarrolla gracias a nuestro ejemplo y al trato que le damos. Por eso es conveniente:
Ayudar a otros delante de él. Hay que aprovechar las ocasiones que surjan espontáneamente para hacerlo: dejar sitio a una persona mayor en el autobús, ofrecerse a hacer un favor... Así verá esta actitud como algo natural.
Felicitarle cuando sea bueno con otros. Debemos demostrarle nuestra satisfacción cada vez que ayude a alguien, pero también nuestro enfado si se porta mal con otras personas. Y en ambos casos debemos explicarle el porqué.
Introducir el osito “Buenazón” en nuestra vida. Si le regalamos un osito o un muñeco con este nombre y le decimos que cuando sea bueno con los demás podrá dormir con él, le daremos un estímulo. Un truco para niños que estén en una fase conflictiva es dejar que adivinen por qué merecen dormir con Buenazón esa noche.
Animarle a ser solidario. Enseñándole a regalar sus juguetes antiguos a niños que no tienen nada, acostumbrándole a reciclar para proteger el entorno...
EL RESPETO
Consiste en demostrar que se aprecia a los demás mediante un trato considerado. Se desarrolla en el niño a medida que nosotros le tratamos con respeto, pero además hay claves para favorecer este aprendizaje:
Escucharle con atención. Lo que ha hecho en el cole o el problema que ha tenido con su amiguito es algo importante para él. Si cuando nos lo cuenta le escuchamos con atención y le respondemos, y si cada día reservamos un tiempo sólo para él, se sentirá valorado y comprenderá cuánto le queremos.
Imponer reglas respetuosas en la familia. Conviene que el niño sepa que en casa se habla, no se insulta. Además, es bueno acostumbrarnos a pedirle perdón cuando nos equivoquemos con él y exigirle que él haga lo mismo. Y, por último, debemos procurar que expresiones como “gracias” o “por favor” sean parte del vocabulario que utilizamos en nuestro día a día.
Corregir sus malas actitudes. Explicándole siempre por qué razón no son correctas. Para no regañarle continuamente delante de otros, podemos acordar con él una señal que le indique que se está pasando de la raya.
LA JUSTICIA
La cualidad de ser honesto y actuar de un modo ético no es algo innato y el niño debe aprenderlo: al principio, para él la justicia está relacionada con lo que recibe en comparación con otros. En torno a los 6 años conoce el concepto de la reciprocidad: te doy algo si tú me das algo a cambio. A partir de los 8 años es capaz de dar algo sin esperar nada. Para fomentarla debemos...
Ser justos con él. Para ello es muy importante no compararle con sus hermanos ni con otros niños, aceptar que cada uno es diferente.
Admitir nuestros errores. Si cuando nos equivocamos lo reconocemos, el niño comprenderá que todos podemos tener fallos y de este modo aprenderá a aceptar los suyos... y también los de los demás.
Corregir sus conductas injustas. Y, como en otros casos en los que le corregimos, explicarle por qué no está actuando bien y cuál es la actitud correcta.
LA TOLERANCIA
Consiste en respetar la dignidad y derechos de todas las personas, independientemente de su raza, creencias o cultura. Es esencial promoverla en nuestro hijo, ya que aunque nace sin prejuicios, sí puede contagiarse de los que circulan en su entorno. Las claves para lograrlo son:
Empezar por nosotros mismos. Nadie ha crecido en una sociedad libre de prejuicios y si reconocemos los nuestros podremos hacer algo para liberarnos de ellos. Lo mejor es relacionarse con personas de otra raza o cultura, invitarlas a hacer algo en común, interesarse por su vida... Es en el trato a nivel personal donde desaparecen los prejuicios y comienza el enriquecimiento mutuo.
Rodear a nuestro hijo de afecto. Y aceptarle tal y como es, con sus rasgos y con sus peculiaridades, incluso con aquellos que no nos resulten deseados (por ejemplo, el exceso de timidez o de actividad). Si no tratamos de cambiar su carácter, él aprenderá a aceptarse a sí mismo y, por ende, a los demás.
Evitar comentarios discriminatorios. Siembran la intolerancia en el niño y sientan las bases para que de adulto no acepte la diferencia.
Contarle cuentos sobre multiculturalidad.